He recibido un correo de un lector, LOPECHESS, que transcribo, con su permiso, literalmente. Creo que es algo que nos hace pensar acerca de la situación actual del mercado y saber como hemos llegado hasta este punto…
La Teoría de la evolución por selección natural de Charles Darwin, de cuyo nacimiento se cumplen 200 años, postulaba que la evolución es un cambio en el perfil genético de una población de individuos, que puede llevar a la aparición de nuevas especies, a la adaptación a distintos ambientes o a la aparición de novedades evolutivas. La pena es que el señor Darwin no contaba con la intervención, en medio de sus escenarios previstos, de la codicia de ciertos “predadores” que no respetan las reglas de la supervivencia.
En el escenario de la crisis económica mundial, eran muchos los especímenes preparados para superarla (o, por lo menos, eso pensaban ellos). Había muchas empresas dedicadas a la venta de tecnología que estaban listas para luchar en esa situación de recursos financieros limitados y competir contra todos aquellos congéneres que, en los últimos años de engorde de la burbuja tecnológica, se habían dedicado a esto mismo: a engordar.
Nos encontramos con cuatro tipos de comportamientos previos al hundimiento del sector:
1. Las empresas que, durante la época de bonanza, decidieron mantener la calma, no calentarse con un entorno enfervorizado que les ponía en la boca el caramelo de la financiación ilimitada y casi gratuita, acompañada de una promesa de éxito garantizado en todo nueva línea de producto que introdujera, a pesar de tener que moverse en un mercado de infra-margen y un negocio de “movedor” de cajas sin aportar nada más. Son éstas las empresas que, según Darwin, estarían preparadas para sobrevivir a sus semejantes en un entorno hostil.
2. Las que aprovecharon los primeros años de este longevo ciclo económico y, tras los 8-9 primeros años de los 10 que duró el mismo, decidieron recoger lo ganado y hacer caso de lo que la “teoría de los ciclos económicos” les indicaba. No era lógico que aquello pudiera durar más años. Tuvieron que aguantar firmes en su decisión mientras veían cómo todo el mundo se llenaba los bolsillos, fuera cual fuere el producto ofertado.
3. Las que, alentadas y empujadas por un sistema financiero que se dedicaba a emborrachar a las empresas del sector a base de dinero, dinero y más dinero, convirtieron sus balances en cuerpos deformes que, tan pronto como allá por finales del año 2007 empezaron a flaquear las ventas de tecnología en nuestro país, empezaron a deambular como fantasmas desconsolados con un único final posible: el concurso de acreedores.
4. Por último, quedan para el final los grandes “mamuts” que, si la teoría de Darwin se hubiera cumplido, habrían desaparecido, tan rápido como un caramelo en la puerta de un colegio, dentro de la natural selección empresarial de la crisis. Me refiero al grupo de las empresas que cotizan en mercados organizados y, en especial, a aquellas que, bajo no sé qué influjo mental, decidieron absorber otras empresas de su rango, en clara actitud kamikaze, con los bancos nutriéndoles del “sake” necesario para afrontar esos suicidios empresariales: millones de euros otorgados en decisiones de los Consejos de Administración de las entidades financieras, tomadas éstas, más por motivos políticos que por el consejo de los distintos comités de riesgos.
Pues bien, si Darwin levantara la cabeza, apostaría toda su fortuna, a que el orden expuesto anteriormente coincidiría con el de mayor a menor posibilidad de sobrevivir en caso de sufrir un periodo de cambios drásticos en el entorno natural del sector.
La realidad no ha podido ser más distinta, hasta el punto de que, posiblemente, se haya invertido el orden de los 4 puntos anteriores. Todo ello gracias a la aparición de un elemento que ha alterado el curso natural de los acontecimientos. Este elemento tiene nombre y apellidos: Bancos y Cajas de ahorro. Pues qué equivocado andaba todo el mundo.
En fin, que nadie intente encontrar algo de lógica en el comportamiento de las entidades financieras en esta crisis. Han incumplido las normas no escritas de la buena praxis empresarial, de forma que, a quien ha sido prudente y buen conocedor de cómo funciona el mercado, le han dado calabazas. En cambio, a quien más ruido ha hecho y más lenta y torpemente ha actuado (con pólvora ajena se dispara muy tranquilamente) le han aplaudido la faena, por ahora. Supongo que, como ya dan por seguro que son ellos quienes van a tener que gestionar el mercado tecnológico en un futuro próximo, prefieren quedarse con un gran atún antes que con un banco de sardinas.
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